AMÉRICA DEL SUR

Las vanguardias en América del Sur


La vanguardia latinoamericana se forja a partir de la experimenta­ción en poesía, y sus principios y postulados son difundidos a través de manifiestos, programas o revistas. El tono es siempre apasionado y se busca escandalizar al público a través de propuestas contrarias a los cáno­nes imperantes. En sus primeras expresiones, las vanguardias de América del Sur asimilaron las innovaciones europeas, reaccionaron contra el Moder­nismo decadente y trabajaron por revolucionar el lenguaje poético a fin de producir, desde América, latina un arte tan universal y trascendente como el de las metrópolis europeas.
La Argentina
Entre las principales vanguardias de la Argentina se encuentran el UItraísmo, movimiento de origen español (1918-1922) con influjos del Cubis­mo y del Futurismo. El grupo ultraísta se formó en Buenos Aires después de que Borges regresara de España y en torno a la revista Prisma (1921-1922). Más tarde se fundó Proa (1922-23, 1924-25), Y como complemento y suce­sión de esta, la revista Martín Fierro (1919, 1924-27), donde Oliverio Giron­do publicó el manifiesto martinfierrista, por el que apelaba a una expresión más radical y subversiva de la «nueva sensibilidad». Tanto el UItraísmo como el Martinfierrismo pusieron el acento en la renovación lírica a través de imágenes y de metáforas sorprendentes y originales.
CHILE
El chileno Vicente Huidobro fue el fundador y el centro del Creacionis­mo surgido casi simultáneamente con el Ultraísmo e influido por la estética cubista y su técnica de montaje por yuxtaposición. Su postulado principal era una poesía independiente de la realidad. «El poeta es un pequeño Dios», dice Huidobro en «Arte poética»; la palabra crea el mundo, y la poe­sía devela lo desconocido.
BRASIL
El movimiento modernista en Brasil aunó las búsquedas innovadoras de cubistas, futuristas y surrealistas con el redescubrimiento de la cultura autóc­tona y con la superación de un complejo de inferioridad frente a la metrópoli europea. Oswald de Andrade (1890-1954), en su «Manifiesto Antropofágico», destaca la inmensa capacidad de adoptar (comer) patrones extranjeros y adaptados (digerirlos) de acuerdo con las propias necesidades culturales.
PERÚ
El escritor peruano César Val1ejo, si bien no está asociado a ningún «ismo», es considerado vanguardista. A partir de la publicación de Trilce (1922), Val1ejo presenta una poesía abstracta y hasta cierto punto hermética, en la que el lenguaje como signo y significado se desintegra y se renueva. Su obra se equipara a la de los grandes poetas universales del siglo XIX, como Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud y Mal1armé, ejemplos de una constante renovación de la poesía para expresar una sensibilidad siempre original.

Lo universal como patrimonio latinoamericano
El término identidad implica un doble proceso: el reconocimiento de aquello que diferencia a cada persona de las demás y la hace idéntica a sí misma y, a la vez, el reconocimiento de las características que determi­nan su pertenencia a un determinado grupo, categoría o especie. Hablar, pues, de la identidad de una nación o de un continente requiere establecer sus diferencias con respecto a otros lugares, pero también sus aspectos universales en un momento preciso de su historia. En este sentido, las vanguardias presentaron a América latina -definida desde siempre a partir de mo­delos extranjeros- el desafío de participar en los pro­cesos culturales mundiales sin subordinación a nin­guna influencia y con propuestas que demostraran la posibilidad de dialogar con los movimientos europeos.
Si bien César Vallejo, Oliverio Girondo y Vicente Huidobro están en constante intercambio con Europa, hay en los tres la convicción de que su origen latinoa­mericano no invalida la universalidad de su poesía, basada en la originalidad y en el poder creativo de la imaginación humana.

No se busca encontrar la forma oculta de América o de expresar su esencia, sino más bien de desprovincializar el lenguaje poético latinoame­ricano, de declarar el fin de la civilización occidental y la necesidad de inventar, a partir de las posibilidades infi­nitas del lenguaje, un mundo nuevo. Como dicta el epí­grafe de Girondo, ellos son capaces de «digerir» cualquier influencia para ha­cerla propia y devolverla transformada al mundo. Todos comparten, además, una fe inamovible en el poder creador de la palabra y el deseo de instaurar un mundo poético independiente de la realidad en una poesía no-mimética.
De lo particular a lo universal
Poemas Nocturno y A la púa de Oliverio Girondo; Poema II y XIV de César Vallejo y Altazor de Vicente Huidobro
En todos estos poemas, se reconocen las referencias al ámbito urbano y a la tecnología que lo transforma. Esto sucede, particularmente, en «Nocturno» de Girando, en el que los cables, los postes telefónicos, la electricidad se imponen y au­mentan la sensación de fugacidad y de contingencia de las cosas que, al mismo tiempo, marcan la identi­dad del hombre moderno. En los tres autores, sin embargo, la anécdota y el referente se «adelgazan» al máximo; de ello, son el ejemplo más representativo los poemas de Trilce, en los que Vallejo expresa su rechazo a la realidad y a las instituciones (culturales y sociales) que la definen. Si bien los re­cuerdos personales no están ausentes -como en el «Poema XIV» en el que alude a su llegada a Lima desde su Trujillo natal-los poemas buscan expresar lo inefable de la emoción: el absurdo y la confusión (en el «Poema XIV») o la lacerante conciencia del tiem­po y su reflejo en el lenguaje («Poema U»). La poesía de Vallejo crea un código personal, muchas veces hermético, que no sólo juega con los significados sino también, con el aspecto material del lenguaje, como el sistema de mayúsculas, la distribución del verso y la puntuación.
ALTAZOR : LA BÚSQUEDA DE UNA NUEVA EXPRESIÓN
Altazor o el viaje en paracaídas, que expone los principios del movimiento creacionista impulsado por Huidobro, se publicó en 1931. En el texto, hay una concepción del poeta como vidente o demiurgo (alma universal, que es el principio activo del mundo) y que, en el fragmento, se presenta como un «nuevo atleta» que salta sobre la «pista mágica» en un derroche de «gimnasia astral». Se produce una especie de diálogo interior en que el ha­blante poético -máscara de Huidobro- se desdobla y se mueve en todas di­recciones encarnando la paulatina disolución del mundo y de su lenguaje, condición indispensable para su reinvención en la poesía. Tras el rechazo claro de la retórica modernista encarnada en la «señora arpa de bellas imáge­nes», el fragmento urge a abandonar los símiles que se encadenan a partir de «Plantar miradas como árboles». Se asiste entonces al «entierro de la poesía» y, con él, al de todas las lenguas y al de todas las culturas. A partir de esa afirmación, surge el imperativo «Levántate y anda» para una resurrección que vaya más allá de las palabras y de la gramática, hacia «vocablos sin som­bra», en el juego constante, intenso y fugaz de la creación poética.

Los experimentos formales
Los poemas de Vallejo, Girondo y Huidobro son emblemáticos de la renovación que vive la poesía durante las vanguardias. En to­dos ellos, los elementos característicos de la poesía tradicional -co­mo la rima, la precisión métrica y el uso de esquemas estróficos- desapare­cen para hacer fluir la expresión poética más allá de cualquier límite estructural. El verso breve se sucede o se agrupa, en el caso de Vallejo, si­guiendo el ritmo del pensamiento y del concepto, las imágenes se yuxtapo­nen y se continúan en el poema en prosa de Girondo; la palabra poética se lanza hacia el vacío en largas tiradas de versos libres e irregulares, en el ca­so de Huidobro. El ritmo está marcado por la sonoridad de las pala­bras, que no siempre se ajustan a un vocabulario estrictamente lírico, ya que se incorporan expresiones coloquiales y cotidianas que cada poeta reinventa en su trabajo constante con el lenguaje.
Otros recursos sirven también para darles musicalidad a los poemas: re­peticiones y anáforas (como en el «Poema U» de Vallejo), paralelismos sintácticos (como en la larga sucesión de frases regidas por infinitivos en el fragmento de Altazor), encabalgamientos («Poema XIV» de Vallejo); uso de la puntuación para aumentar la expresividad del verso (signos de admira­ción en Girondo o la falta de signos, que crea continuidad y vértigo en Hui­dobro). La abundancia de personificaciones, la metáfora exagerada hasta la catacresis (como el grillo en Girando, que conceptualiza un silencio «so­noro»), las sinestesias, que apelan a todos los sentidos son algunos de los recursos poéticos tradicionales que también se renuevan en la «alquimia lingüística» de estos autores.
Otras tendencias vanguardistas

Los movimientos de vanguardia surgidos en América latina res­pondían al impulso internacionalista de desarrollar un lenguaje poé­tico que excediera las fronteras nacionales y culturales. Lo universal se interpretó y adaptó al propio contexto social, al mismo tiempo que se proyectó la expresión poética hacia el mundo, en un doble movimiento centrípeto y centrífugo a la vez. Algo similar ocurrió en México, donde la vanguardia vino precedida de ejemplos, como el de José Juan Tablada (1871-1945) quien produjo tempranamente caligramas e ideogramas, y adoptó la fuerza sintética de la forma poética japonesa «haiku». La revolu­ción de 1910 trajo a la palestra, por un lado, los intereses rurales y las tra­diciones indígenas y, por el otro, promovió la industrialización, la urbani­zación y e! contacto con ideologías internacionales, como el socialismo. El primer movimiento mexicano de vanguardia, el Estridentismo, tuvo co­mo portavoz al poeta Manuel Maples Arce (1898-1981). Este movimiento modificó sustancialmente el panorama cultural y literario mexicano, ata­do por ese entonces al Realismo en narrativa y a las formas novecentistas modernistas y postmodernistas en poesía.
El Estridentismo: de lo universal a lo nacional
El Estridentismo estuvo intensamente ligado al Futurismo italiano en su atención al presente y al futuro, su fascinación por el movimien­to y por la máquina, su exaltación del paisaje urbano. En cuanto a su contenido temático, difiere bastante del de las otras vanguardias latinoame­ricanas por su tono futurista. También recibió influencias, aunque no tan marcadas, del francés Guillaume Apollinaire (1880-1918), del Dadaísmo y del Creacionismo de Vicente Huidobro.

El Estridentismo da preeminencia a la metáfora como recurso poético, elude la ornamentación superflua y el adjetivo inútil y prefiere el verso suelto breve que condensa toda una ima­gen. Puso el acento en el contenido semántico de la palabra más que en el valor fónico, con directa referencia al mundo circunstancial y con predomi­nio de imágenes auditivas «estridentes». Esta escuela, que se inició como reacción heterodoxa contra el canon tradicional imperante, se convir­tió poco a poco en programa político.
A partir del poema Urbe (1924) de Maples Arce, la tendencia se orientó más hacia una ideología de izquierda que literaria. En el contexto de la Re­volución mexicana, que alrededor de 1920 se volcó a un regionalismo más intenso y que incluyó como componentes esenciales de la identidad nacio­nal, los estratos hasta entonces subordinados o reprimidos, el Estridentismo se transformó de revuelta estética pequeño burguesa, en aliado de la causa campesina y proletaria.
Este movimiento contó entre sus representantes con Luis Quintanilla (1893-1978) y Germán List Arzubide (1898-1998), entre otros. Sus innova­ciones fueron integradas más tarde en la política mexicana por el grupo de los Contemporáneos -Jaime Torres Bodet (1902-1974), Xavier Villaurrutia (1903-1950), Carlos Pellicer (1899-1977) y José Gorostiza (1901-1973)-, que aspiraron a una renovación no sólo de la poesía, sino de la identidad cultu­ral y nacional en todas sus manifestaciones .

COTNÚA

Deja un comentario